Dejar el alisado: el proceso real de reencontrarte con tus rulos

© Mena Martinez. Todos los derechos reservados.

Si algo suena demasiado bueno para ser verdad, es porque no lo es.

Escuché esa frase hace un tiempo y me lleva a pensar en todo lo que vemos en redes sociales. Todo es hermoso, todo es maravilloso, todo “te va a cambiar la vida”… ¿en serio? Y, para agregar un condimento extra, todo lo conseguirías ya.

  • ¿Dónde quedó nuestro deseo de aprender paso a paso?
  • ¿Dónde quedó nuestra paciencia?
  • ¿Y por qué medimos todo con la vara de una foto y los comentarios en redes sociales?

Este texto nace para acompañar a quienes quieren dejar el alisado y volver a los rulos sin caer en expectativas imposibles.

Del duelo a la identidad rizada

Eso me lleva a contarles la historia de hoy.

Hace unos días tuve la oportunidad de conocer a una persona increíble, llena de energía. De esas que, a primera vista, te hacen sentir que vas a reír, llorar, conversar, filosofar, enojarte, reír a carcajadas, entristecerte… una montaña rusa de emociones. Con ella, la charla profunda estaba asegurada, como pasa en toda transición a rulos honesta.

Su historia trata sobre abandonar el alisado y volver a encontrarse a sí misma con sus rulos. Es una decisión que prioriza rulos naturales por encima de la apariencia inmediata.
No voy a explicar cómo recuperar el pelo paso a paso; prefiero contar mi experiencia junto a esta persona y las enseñanzas que me dejó durante nuestro breve encuentro.

Tiene el cabello con rulos increíbles y algunas canas que aparecieron de forma temprana. Es joven, ni siquiera llega a los 30. Desde muy, muy pequeña eligió (¿o eligieron por ella?) cambiar su forma natural, haciéndole creer que con el cabello liso se vería más “linda”. Todo el clan familiar lleva el pelo de la misma manera: alisado, con químicos y de forma permanente.

En nuestro primer encuentro me contó que quería romper el círculo vicioso, aprender a cuidar y aceptar su pelo tal como es: con rulos. Todos los días lucha por “arreglarlo” para que el entorno en el que se mueve (familiar, laboral, amistoso) pueda verla “bien”, es decir, “arreglada”.

Paciencia activa: observar, ajustar y aceptar

Para lograrlo, debíamos cortar mucho cabello y ella estaba dispuesta. Pero, desde mi postura profesional, esa disposición absoluta siempre es peligrosa. A veces, cuando alguien llega al salón 100% decidido a un cambio, conviene permitirnos dudar e indagar qué pasó para llegar a esa decisión. En este caso, la decisión la tomó el mismo cabello: comenzó a quebrarse por los continuos alisados químicos que dañaban su fibra.

Era hora de parar, repensar y tomar otra ruta. Porque este cambio no será fácil, no será rápido, no será siempre agradable. La transición a los rulos es una práctica diaria de observar, ajustar y aceptar. Entender esto evita apuros y habilita la paciencia capilar.

En esta historia, la paciencia y el aprendizaje personal son clave. Su cabello ahora está corto. Ya no es más lacio. Tiene una textura irregular. Tiende a inflarse (o, como se dice hoy, a “esponjarse”). Cambia el secador y la plancha por productos para modelar rulos.

Frente al espejo es otra persona, a quien conoce por primera vez en casi 30 años; y tiene que aprender a convivir con ella.
Tendrá días buenos y días malos. Días con rulos que son la envidia de todos y días en los que recordará que la plancha está guardada en el cajón. Lo importante es registrar el proceso con honestidad: qué me funciona, qué me frustra, qué necesito pedir. La paciencia, acá, es una forma de autoestima en acción.

El entorno que sostiene (y el que desordena)

Este cambio es una montaña rusa emocional. Abandonar el alisado puede implicar un duelo silencioso: despedirse de una imagen que resolvía rápido la mirada ajena. Y ahí entra en juego el entorno. Ese grupo de personas que te rodea. El acompañamiento debe sostener, no opinar. En una transición a rulos, el apoyo del entorno ordena la emocionalidad del proceso.

Cómo pedir apoyo sin justificarte

Los comentarios del entorno pesan, incluso cuando vienen “con buena intención”. Frases como “te quedaba mejor lacio” o “parece despeinado” dicen más de la incomodidad del otro que de tu proceso. Pedir apoyo ayuda a ordenar: “necesito que no opines sobre mi pelo”, “acompañame sin juzgar”, “si querés ayudar, no me compares con tus estereotipos de belleza”.

Detox de redes: rulos reales vs. vidrieras editadas

Las redes sociales son, en su mayoría, una vidriera editada. Si los reels insisten en que “lacio es prolijo” y “rulo es desordenado”, dejá de seguir cuentas que promueven estándares únicos, silenciá comparaciones disfrazadas de consejos y buscá referentes con rulos reales. Ese detox de redes mejora tu relación con el espejo y con tus tiempos.

Diario propio: evidencia contra la ansiedad

La cabeza puede estar lista antes que el cabello, o al revés. A veces una se siente fuerte, pero la textura y el frizz aún no acompañan; otras, el pelo se ve increíble y la mente duda. Alinear esos tiempos lleva práctica y paciencia.

Fotos sin filtro, clima y productos

Una herramienta útil es anotar sensaciones, sacar fotos sin filtro, registrar clima y productos. No para obsesionarte, sino para construir memoria propia. Cuando tu yo interno te grite “no avanzaste”, mostale que sí: quizás no al ritmo que promete Internet, pero con tu propio ritmo. Así, volver a los rulos se vuelve sostenible y medible, a tu modo.

Rulos, cuidado y pertenencia

Si estás en este camino, acordate: no tenés que convencer a nadie de tus rulos; solo cuidarlos y aprender a quererte.

Esta es mi identidad. Esta es mi nueva y mejor versión de mí.

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