Con los años, no solo fueron creciendo mis habilidades técnicas, sino que también desarrolle el don de “saber escuchar”. No solo escuchar qué es lo que quiere la clienta, sino escuchar qué es lo que le pasa, las cosas lindas y malas por las que pasó, está pasando o van a pasar.
Puedo escribir un libro que nunca terminaría de las historias que escuche a lo largo de mi carrera, pero gracias al famoso “secreto o ética profesional”: “Lo que se dice en el trono, queda en el trono”. Fueron tantas las cosas por las que pasamos juntas. Tantas alegrías como tantas tristezas, tantos logros como decepciones.
Esa confianza que se crea desde el momento en que la clienta se sienta por primera vez en la silla de trabajo no tiene precio. A algunas les lleva a un par de sesiones abrirse y contar alguna anécdota. Mi arma a la hora de romper el hielo es: “¿y vos que haces de tu vida?”. Seguramente muchas han pasado por esa clásica pregunta pero no saben que detrás de eso hay toda una táctica de sondeo para empezar a conocer de a poco a mi futura amiga. Hay otras clientas que se sientan en la silla y automáticamente arrancan: “no sabes, el otro día me pasó tal cosa…” desde el primer día. Te imaginas mi cara cuando escucho eso.
Con el tiempo, mi grupo de clientas se fue dividiendo en dos grupos: las charlatanas y las tímidas. Cada una tiene una necesidad hay que satisfacer y cada una tiene un trato especial.
También suceden cosas raras cuando hay varias mujeres dentro de una sola habitación con trabajos técnicos que son de varias horas: “la que no habla, la hacen hablar”. Sí, las tímidas por arte de magia son atrapadas por las charlatanas”. Esos son los mejores días de trabajo, no solo porque las chicas se entretienen, sino porque hacen más llevadero nuestro día. Después existen otros días en que no se si vestirme de payaso o qué para poder sacarles una sonrisa o alguna palabra porque se encierran en ese maldito mundo tecnológico que es el “celular”. Hay momentos en que ni siquiera una mirada te dirigen. Están tan compenetradas que no son capaces de comunicarse ni por una hora seguida con el ambiente que las rodea. Esos son los días en que digo: “mejor ni me hubiese levantado a trabajar, que aburrimiento”. Así como escuchar es un don, a veces hay que saber cuando callar.
Pero bueno, no todos somos iguales y por eso es que SABER ESCUCHAR crea ese círculo de confianza que hoy tengo con mis amigas-clientes. Conocerlas me ayuda a saber cómo actuar a la hora de hacer un trabajo técnico. Gracias a eso hoy por hoy cuando pregunto “¿qué vamos a hacer hoy?”, ellas responden: “hacé lo que quieras, lo que vos digas”.